La sencilla meta de cumplir conmigo misma
El mundo está a punto de desmoronarse mientras yo voy encontrando mi lugar. ¿Es esto posible? Se me ocurren tantas cosas que decir que, con toda seguridad me dejaré la mayoría en el tintero, pero la intención es lo que cuenta, dicen, creo, casi seguro. Me golpean la retina imágenes de seres humanos que pierden eso precisamente, su humanidad, que juguetean con el bien más preciado que pueden poseer, su tiempo. Si tan solo por un instante centraran su atención ante la brutal y honesta idea de lo efímera que es nuestra vida, quizá se dejasen de tanta porquería, quizá valorasen más cada instante, porque bien podría ser el último.
Es posible que esto que digo sea una estupidez, o una idea manida, pero es el hilo conductor de mi vida en estos últimos años. Y aquí llego, a un año más cumplido, dónde el término “cumplido” gana valor y saca pecho, porque he cumplido. He cumplido con mis pequeños o no tan pequeños deseos, he cumplido respetando ese tiempo del que os hablaba, sin regalarlo, valorando cada segundo y compartiéndolo con quién pudiese sumar, sumar vida a mi vida, incluida yo misma, por supuesto. He cumplido con el propósito de agarrarme a cada uno de esos instantes con todos mis sentidos. Una taza de té, una sonrisa, una conversación, un chiste, un llanto, un golpe en una uña, un madrugón, un viaje en tren, un nuevo amigo, un cuadro nuevo, un cuadro viejo, una arruga descubierta, más canas, pintura blanca, la lluvia, el miedo, la soledad, calor, una película, un libro, tu mano, un beso, el silencio, la mentira, la siesta, una piedra, flores, mi gato, Modi, fotografías, palabras de amor, abrazos sinceros, mi casa, Billie, uvas dulces, mis manos y mis ganas por contar y por pintar, cómo sea y dónde sea, sobre tu rostro o en el aire. Y saber que la vida es así de sencilla, son momentos que se van sumando, son instantes simples y magníficos que no se pueden dejar escapar, incluso si duelen.
Y elegir vivir es elegir sumar momentos, es dejarse la piel por conseguir que el lunes sea igual que el domingo, que cada hora tenga el mismo valor que la anterior. Y es difícil, y cuesta, pero vale mucho la pena. He cumplido. He tomado decisiones importantes en las que me he reafirmado con el paso de los años, decisiones que me llevan al punto en el que me encuentro. No tener hijos y ser feliz por ello. Aferrarme a mi independencia y ser feliz por ello. Y puede que a mi orgullo, si, también eso. En realidad es un momento sencillo, un momento tranquilo, en el que me miro al espejo y me reconozco. No ha sido fácil, en absoluto. Ese “ser una misma, uno mismo” puede que sea la frase más estúpida jamás dicha, pues no hay nada más complejo que averiguar quiénes diablos somos, mientras la vida continúa su camino sin preguntar, colocando escalones cada vez más altos, más resbaladizos. Es lo que hay. No hablo de rendición, hablo de comprensión, la simple comprensión de que siempre hay momentos oscuros y siempre los habrá. Nosotros mismos somos seres bipolares, con la capacidad de la alegría y la más absoluta de las tristezas metidas ambas en el mismo frasco.
Esto no es un alegato a favor del positivismo extremo, no creo en el engaño, ni en la negación de la realidad, simplemente es un estado mental, al que se llega cuando encuentras tu pequeño lugar en el mundo o, al menos, vas camino de encontrarlo. Y espero seguir alimentando mi espíritu de risas ajenas cargadas de buenas intenciones, porque de lo contrario las apartaré de mi vida sin piedad. Como suena, siempre he sido capaz de marcharme de dónde no quería estar. Espero seguir sumando días de trabajo especiales, con personas especiales, cada una con su particular historia que se cruzará con la mía, quién sabe si para quedarse. Espero seguir sintiendo el amor y el cariño que me llega de mil formas, todas buenas, todas únicas, y de corresponderlo debidamente. Espero tener tiempo para seguir sumando momentos. Pero, sobre todo, espero no perderme, no aburrirme, no volverme oscura ni triste, no caer en la tentación de la monotonía, no sucumbir a los pecados de la negación, no creerme lo primero que vea, no olvidar el olor de tu piel, no perder las ganas de saber, de crecer, no volverme vanidosa, no olvidar que pesa más la ira que el perdón, no juzgar, no estar en dónde no quiero, no justificarme nunca ante nada ni ante nadie. Espero seguir cumpliendo, otro año más, ya son cuarenta y cinco, lo escribo en letra para que parezca una cifra más grande, porque han sido apenas un suspiro. Cumpliendo con la misión más importante que todo ser humano tiene en esta vida, intentar ser feliz.
Así que, mientras el mundo se desmorona yo encuentro mi lugar en él. Inevitable pensar en Casablanca, lo sé, solo que aquí la historia de amor es un tanto más personal. Y si, espero sentir amor, ese amor del que tanto me gusta escribir, que atraviesa las entrañas y duele y da vida, que despega los pies del suelo y desmorona todo a su paso, porque es la razón en si misma, sin importar el dónde o el cuándo, sin importar las palabras, los compromisos, las razones, es una sinrazón, es así, es amor, es grandioso y terrible, asolador, magnífico. Espero. Y vivo y siento y pienso y rezo y agradezco cada segundo vivido, cada mirada, cada aliento. Un año más, he cumplido.
(Gracias Alfonso y Kake por fotografiarme así, tal cual. Sois grandes)
Bella reflexión que comparto ya que la vida me enseñó que hay que valorar cada instante por que en un instante pierdes la vida. Felicidades atrasadas guapisima.
Gracias por las felicitaciones! Es una lección dura y simple al mismo tiempo. Recibe un abrazo grande!
Te leí mientras cenaba mi sopa. Una sopa cualquiera hecha sin amor, todo hay que decirlo. Y como tu lectura engancha, me encontré al final con la cuchara vacía. El tiempo siempre está ahí en nuestros bolsillos, somos nosotros que lo vamos perdiendo, que lo vsmos cediendo a esas ciencias confusas de la vida, tan manidas, con tantas dobleces. Tú, así como piensas, así como escribes, llevarás el tiempo contigo siempre, y eso es magnífico y extraño de encontrar. Yo, una vez más, y a pesar de mis batallas y coserme esos bolsillos para que no se pueda escapar, por leerte, por sentir tus palabras, me he perdido saborear esa sopa simple que tomé en un suspiro. Aunque en el fondo mi tiempo y yo disfrutamos cada palabra y aquí sí puedo decir, el tiempo no es perdido.
Qué maravilla saber que te he sido la culpable de que tu sopa se tornase invisible. Bellas palabras me dedicas Lucía, que te agradezco desde el corazón. Un abrazo y gracias!!