Su nombre es Diego, Diego Moreira Comitre. Su sonrisa es dulce y sus maneras educadas regalan cortesía con cada gesto. Sentado sobre el taburete, convertido ya en mi lienzo, sus ojos comienzan a darle luz a la historia que, poco a poco y sin querer, cuentan sus palabras. Y, es entonces, cuando sus rasgos se dibujan ante mi, cuando su silueta se perfila, cuando crece la fuerza de su voz, acunada por sus recuerdos, protegida por sus ancestros, arraigada en sus orígenes. Otros continentes, otros cielos, mezclas, maravillosas mezclas de matices insondables.
Decidimos dos maquillajes. El primero, tendría que pasar desapercibido. Un maquillaje clásico para un estilismo clásico. Y la cámara se enamoró de él desde el primer instante. El segundo maquillaje, sería construido sobre su propia historia, profundo y cargado, como a él le gusta tomar el café. Simplemente dejar que el objetivo capturase toda su fuerza.
Al terminar la sesión, me había olvidado de sus rasgos, porque había conocido al hombre que estaba detrás. Cuando alguien regala riqueza en tan poco tiempo y sin pretenderlo, se me despiertan las alarmas, para no perderme la experiencia de conocer a un ser diferente, para no perderme el alimento que supone la humanidad en esas raras ocasiones. Y, creedme si os digo que, en este caso, lo que vais a ver es lo de menos, y es mucho. Como también estoy segura de que el objetivo de Marcos ha sabido capturar esa intensa riqueza de la que os hablo.
Pasad, sin miedo, él es cálido de piel y de corazón, no le importará, yo ya me callo, mejor miramos. Adelante,…
Pero qué buena eres!!! Cómo se nota la diferencia de maquillajes, en los que tiene la camiseta parece más mayor!! Alucino. Y menuda belleza no?? Besos!!
Como siempre, escribes como maquillas. Una pasada! 🙂
Y como siempre, ha sido un placer haberte tenido como maquilladora en esta sesión 🙂
Gracias Marcos. No que decir de estas fotos que están casi sin retoques, porque ¿para qué?, eso es chulería de fotógrafo, jjj
Y genial tu nuevo estudio, enhorabuena!