Qué maravillo es formar parte de una Boda, aunque sea un poquito, una Boda que está cargada de emoción y sentimiento, de alegría y risas desde el principio hasta el final. Si es que se puede hablar de un final, porque yo prefiero entender cada Boda como un hermoso principio. Y una Boda así, bonita, sincera, alegre, divertida, emotiva (y no me llegan los adjetivos) fue la Boda de Teresa y Jorge. Pero vamos por partes, porque me adelanto. Comencemos por las presentaciones. Esta mujer, esta bella mujer que os muestro a continuación se llama Teresa, es la Novia, y puede que sea poseedora de la mirada más dulce y tierna que yo haya maquillado jamás. Pero no os dejéis engañar, porque dentro de esa mirada serena se esconde un alma que sabe agarrarse a lo bueno de la vida y disfrutarlo, que sabe entregarse a cada instante que merezca la pena y atesorarlo para siempre en su corazón. Es una mujer magnífica. Es Teresa.
Y debo presentaros también a Jorge, el Novio, él y su forma de verla a ella. Sobran las palabras ante imágenes así de potentes. Ellos son una historia completa, ellos son la razón misma de la vida. Una vida en color, con ilusiones desmedidas, con tiempos de espera que se vuelven eternos porque las ansias por el tiempo compartido no hacen otra cosa que crecer. Crecer en la boca del estómago convirtiéndose en el alimento diario. Ellos se alimentan mutuamente y no ha habido océano capaz de separarlos.
Y su gente estuvo a su lado, los de aquí cerca y los de muy lejos, para agarrarse a sus ganas de vivir y de soñar porque, a pesar de lo mucho que cuesta, esa vida merece mucho la pena. Él la mira y los miedos huyen, temores que han perdido la partida, la valentía gana, la vida gana. Y ella se deja mirar, se deja mimar, por él y su corazón. Se conocen, se saben los defectos y las virtudes, y se adoran por ambas. No lo digo yo, lo dicen sus gestos, miradlo vosotros, miradlos bien, no hay ninguna imagen en la que Teresa no esté sonriendo, incluso cuando el corazón quiere volverse agua, sus lágrimas no consiguen diluir la alegría de su rostro ni de su ser completo. Es la alegría de saberse en el lugar adecuado y en el mejor momento.
Y están todos, todos los que importan, y ríen y saltan y gritan y vuelven a reír. Entre habitaciones de hotel, el agitado vaivén de inquietos tacones lejos de molestar se convierte en una deliciosa música de fondo. Y la habitación de Teresa es un hervidero de cariño y abrazos, ya no se distingue quién es quién. Sé muy bien que tendré que retocar su peinado, puede que también su colorete, no importa, quiero que disfrute de cada momento, quiero que salte y se despeine, quiero que bese y se desmaquille, la quiero ver así, feliz, como la conocí, feliz.
Y me refugio en una esquina de la suite mientras contemplo esta hermosa película. Transcurre durante un precioso de día de verano, el mar está siendo testigo, como yo, silencioso y agradecido. En la habitación, ese silencio solo tiene cabida sobre una cama cómplice, que abraza con ternura a una de las niñas de arras, la más pequeña, se ha rendido al sueño sin pudor y sin preguntar, con esa sinceridad tan maravillosa propiedad de la infancia. Mientras la película continúa, la puerta se abre y se cierra, sobran manos para abotonar el delicado y magnífico vestido de Teresa. Mujeres de cuatro generaciones rodean a la Novia, es maravilloso, es la vida en su más sincera expresión, porque no puede haber motivo más grande ni más rotundo para reunir a la gente que celebrar el amor.
No quieren marcharse, no quieren dejar a Teresa, pero es el momento. Toca recomponerla, retoques. Su boca ha dado tantos besos en tan poco tiempo que el carmín ha volado, qué hermosa forma de perder el color de los labios. Decidimos la mejor posición para su semicorona, impresionante. Ahora que todos se han sido, ahora que el Novio ya está de camino a la Ceremonia, ahora que faltan unos minutos, la contemplo una vez más. Ella continúa serena, elegante, delicada y sonriendo, siempre, sonriendo. Es una imagen perfecta. Es un día perfecto.
Ella no merece menos, su precioso corazón no merece menos. Un corazón que te roba el tuyo al instante y te rindes y te entregas y quieres hacer tu trabajo más allá de un trabajo. Y descubres que su gente es igual de bonita, que su chico, su marido en breve, es así de estupendo. Y, una vez más, me siento dichosa y bendecida, porque estoy ahí, a su lado, viendo y viviendo un momento en la vida de dos personas que jamás se repetirá. Da igual los avatares que esta vida les depare, hay momentos únicos y de tanta grandeza que deberíamos tener un corazón extra para poder guardar todas las emociones y no perderlas nunca. Y qué estupendo saber que Teresa tiene esos corazones extra a su disposición, los tiene, su hermana, su madre, mujeres increíbles, la abuela, las pequeñas de la casa, los varones también, por supuesto, una cuñada hermosa, parte de esa nueva familia, parte de su vida, sus amigos. Cada uno de esos corazones recordará el día de la Boda de Teresa y Jorge de forma única y especial, y la contarán a su manera, y será magnífico.
Y este día, el día de su Boda nunca caerá en el olvido, por más tiempo que pase. Un día en el que dos personas valientes decidieron que sí, rotundamente si, merecía la pena luchar por un sentimiento que ya no cabía en un solo cuerpo, que necesitaba dos. Un día en el que se entregaron a la alegría más sincera sin contenerla ni por un instante, porque la libertad es eso, dar rienda suelta a los sentimientos, por mucho que el mundo se empeñe en alimentar el miedo y la incertidumbre. Valentía, hay que ser muy valientes para amarse mucho en estos tiempos, en estos mundos. Y si, Teresa y Jorge lo son. Son valientes y se aman. Y lo dijeron en alto, por si había dudas, y lo celebraron, porque la felicidad los desbordaba y necesitaba salir. Esa felicidad que, en el fondo, nos alimenta a todos, porque llena el aire de buenas vibraciones y se nota, solo hay que respirar despacito, con los ojos cerrados y dejarse llevar. Y se pude sentir, esa fuerza de una pareja que sabe que está dónde quiere y con quién quiere y que nadie podrá decir lo contrario, porque la intensidad de esta clase de sentimientos puede con todo y con todos. Ellos pueden, están juntos, para siempre.
Eva Villamar
(Teresa, gracias, infinitas, por tu confianza, por ser así, tan linda en cada momento, por dejarme estar, por hacerme sentir, por regalarme momentos que jamás olvidaré. Gracias infinitas.)
Maquillaje y peluquería de Novia míos: Eva Villamar
Fotografías: EMOVERE STUDIOS – Pepe Faraldo y Kake Regueira
Vestido de Novia: Boüret Atelier
Traje de Novio: The One Chaqué
Semicorona de Novia: Janet & Schulz
Preciosa suite: Hotel NH Collection A Coruña Finisterre