“Te presentaste una mañana cualquiera, una mañana igual a las demás, entre tantas, no había nada de especial en ese día, nada excepto ese extraño cosquilleo en mi garganta. Te presentaste sin más y no supe qué pasaba, porque no pensé que fuese nada. En medio de cualquier lugar volví a cruzarme contigo y mi garganta protestó de nuevo y más fuerte, como si quisiera enviarme una señal inequívoca. No quise entender. Esta clase de cosas no pasan, no a mí, no aquí. No quise entender. Pero volví a verte, cuando la vida se pone terca sabe romperte la nariz contra la pared de tu destino. No me quedó más remedio que aceptar que el cosquilleo en mi garganta llevaba tu nombre, un nombre de reina. Que la razón de mis noches agitadas eras tú. Qué el motivo de mi tonta sonrisa eras tú.
¿Qué se suponía que tenía que hacer yo a partir de ahora? ¿Pensar en excusas estúpidas o hablar con la claridad que otorga la locura? Dejar pasar el tiempo era un lujo que no me podía permitir, te echaba de menos cada minuto y no tenía derecho para hacerlo, no todavía. Así de rotunda era mi certeza, seguro de que el tiempo me daría la razón, seguro de que esos ojos querrían buscarme, algún día; seguro de que el sol oscuro de tu pelo volvería a jugar conmigo. Estaba seguro. Los miedos escapan cuando te crece el corazón. Y dibujé una vida contigo en ella. Una vida entre brumas, entre mares, entre bailes hasta el amanecer mientras olvidábamos el resto del mundo, porque ese mundo se reduce a lo que cabe entre cuatro paredes en las que estemos tú y yo. Si, dibujé una vida contigo y me pareció demasiado buena, me pareció inmensa.
Y estamos aquí, hoy, aquí. Y ese dibujo de nuestra vida comienza a pintarse en el aire, los primeros trazos, son apenas susurros de palabras nuevas, de emociones pequeñas y grandes esperanzas. Son tus hoyuelos, tu genio, tus carcajadas, el jersey que me robaste y que no quiero que me devuelvas, tu olor, tu pequeña nariz, tu forma de caminar, como si bailaras, como si llevaras una canción en tu mente, siempre, y tu perfecto cuerpo se moviera a su ritmo, hipnotizando a mis manos que persiguen tu piel y tu corazón. Estamos aquí. Todavía me cuesta tragar, todavía me cuesta creer que me siguieras, que siguieras a este loco que soñó contigo y te encontró. Me cuesta creer en la magia que hizo posible que en un universo tan grande pudiésemos vernos en el mismo instante. Mirarte a la cara y verte feliz. Se me escapan las sonrisas como si estuviera perdiendo la razón. No importa que los nervios se coman mi apetito, apenas soy capaz de escuchar nada ni nadie, y creo que, si cierro los ojos, puedo sentir el latido de tu corazón, bailando su canción. Acompaso mis latidos a los tuyos y llega la calma. Te veré llegar, dentro de nada. Solo espero tener la paciencia suficiente para aguantar las ganas de besarte.
Entras como esperaba, deslizándote sobre un suelo que parece haber convertido sus viejas piedras en terciopelo. La luz habita en tu piel y llevas el sol en los ojos. Tus labios gritan amor y tu espalda me desorienta. Imagino la delicadeza que se esconde detrás de ese vestido. Eres mi reina. Me quiebro, me rompo, me vuelvo piedra, no puedo más. Me desbordan las ganas y una sensación demasiado grande, demasiado fuerte. Entiendo las palabras de viejos poetas, el amor duele. Y me duele, de verdad, no podría quererte más. En este momento, aquí y ahora, podría fundirme con el mismo aire que seguiría estando a tu lado.
Pero me encuentro con tu mirada y miles de imágenes regresan de golpe a mi mente. Nuestro primer café, mi metedura de pata, el rubor en tus mejillas, las primeras flores, la primera noche, mi primer sueño, el primer enfado, el pánico a no verte, el primer “te quiero”, el primer “no quiero perderte”. Ni puedo ni quiero separarme de tus ojos, son mi vida, son mi realidad. Y la fuerza regresa a mi cuerpo, quiero gritar, quiero saltar, quiero agarrarte fuerte para que no dudes ni por un segundo que no existe otra patria en mi mundo que tu cuerpo, que tu corazón es mi hogar y que quiero quedarme. Que no quiero cuidarte ni que me cuides, quiero que vivamos juntos, bien arrimados, al ritmo de esa canción que siempre llevas dentro. Quiero que la vida se vaya construyendo, poco a poco, paso a paso, mientras me besas, mientras te robo el aroma del cuello. Quiero seguir soñando despierto. Apenas puedo saber si lo digo en alto o tan solo lo pienso. Solo sé que llevo en la mano un anillo con una fecha grabada atada a un sentimiento. Solo sé que, desde ahora y para siempre, amada mía, mi reina, este pedazo de mundo de locos, es todo nuestro. Así que, por siempre, bailemos.”
Eva Villamar
Mi querida Antonieta, he escrito este pequeño texto, esta historia de amor, con todo mi cariño. Una humilde manera de darte las gracias. Gracias por dejar que me ocupara de ti, el día de tu Boda. Y gracias, simplemente, por haberte conocido, a ti y a tu gente bonita, venida de todas partes. Os deseo toda la felicidad que quepa en dos corazones, siempre.
Maquillaje y peluquería míos: Eva Villamar
Fotografía: Susana Ríos
Vestido: Silvia Cupeiro
Tocado: El Tocador de Micaela
Zapatos: BGo & Me
Ramo: Madreselva
Precioso lugar: La Rectoral de Cines