Había una vez un amor. Uno de esos amores que ya han superado las incertidumbres, de esos que navegan entre aguas calmas que tan solo abandonan su tranquilidad, para buscar nuevos vientos de libertad. Había una vez un amor. Eran tres en realidad, porque el camino recorrido había convertido en familia lo que empezó siendo cosa de dos. Y los tres se dejaban llevar.
El comienzo de esta historia… tal vez una mirada, de esas en las que comprendes que has llegado a casa y que ya no te querrás marchar. Tal vez un roce en la cintura, con el alma temblando mientras se da cuenta de que nunca más volverá a ser acariciada de la misma manera. Puede que una palabra, tan solo una. Ven. Ella fue. Y él también.
El camino, siempre hacia delante, siempre tropezando, cualquier camino ha de ser andado para poder ser conocido, pero, sobre todo, para poder ser disfrutado. Las ganas de vida, las ansias por descubrir, la negativa a quedarse sentados, la necesidad de respirar, de gritar, de bailar, de reír y llorar, para volver a perder la compostura. Para beberse cada día como si fuera el primer sorbo. Como si fuera el último.
La Boda, un Carnaval, una Verdad. Una gran Fiesta. Ella, inquieta. Él, tal vez igual. Un alto en el camino, para celebrar todo lo ya vivido y todo lo que está por llegar. Un día para volver a empezar.
Ella. Divertida, sorprendente, bellísima. Un primer vestido de dos piezas, unos primeros zapatos. Su oscuro cabello recogido y sobre su rostro un maquillaje natural. Sus amigas de toda la vida. Sus maravillosos padres. Y él, su hijo, su niño, su vida, y mucho más.
Él, tocaba esperar.
Dijeron si, porque ya lo habían dicho, se lo habían susurrado una y mil veces. Si, a tu lado, si, contigo. Porque me conoces, me entiendes, porque no tengo que medir lo que hago, ni lo que digo, porque puedo ser, no es cierto, porque soy, soy en realidad. A tu lado. Si, me quiero quedar. Ya te lo dije. Dímelo de nuevo. Ya lo sabes. Se me olvida. ¿qué eres el centro de mi vida? Eso y algo más. ¿Qué te quiero más cada día? Siempre lo querré escuchar. ¿para estar segura? Para sentirme volar.
Ellos. Marido y mujer. Mujer y marido. El orden de factores no altera el producto, no éste. Amor. Puro. Descorchaban champan y ella se quería cambiar. Un segundo vestido. Brillante. El pelo suelto y alborotado, los labios rojos. Un antifaz blanco y otros zapatos. La fiesta esperaba.
Todos. Entregados, por ellos, porque celebrar lo bueno une, porque la vida es más vida cuando es compartida. Porque cada instante bueno es capaz de compensar mil desastres. Porque los grandes amigos son un tesoro y la buena familia es una bendición. Hoy por ti, mañana por mi y cada día por todos. Juntos. Siempre, por favor.
Y a partir de aquí que el camino siga, como quiera seguir, a trompicones o en línea recta, por las buenas o algo terco. Será como cruzar un río, solo que esta vez sobre un puente bien construido, firme y seguro. Ya nada malo puede pasar, mientras las manos sigan juntas, y los pasos los lleven hacia el mismo lugar, su destino, su casa. Su felicidad.
Eva Villamar – Maquilladora que escribe
Gracias Andrea, miles. Te lo dije y te lo escribo, eres una mujer muy especial, estupenda, detallista, generosa, eres una mujer muy grande. Maquillarte y peinarte, para tus dos momentos, un lujo que repetiría sin duda. Posees una de esas sonrisas capaces de inundar de luz una habitación. No tengo ninguna duda de que disfrutarás de un matrimonio maravilloso, porque ya lo tienes. De todo corazón. Besos inmensos.
Cuidamos de ellos:
Maquillajes y peinados Novia: Yo misma, Eva Villamar
Fotografía: Otto Birseye
Vestidos Novia: Javier Quintela Atelier
Oficiante: Luz Verde Eventos (Rocío)
Lugar: Finca Montesqueiro