Ascen y Gonzalo, la Boda de la Alegría

Ascen y Gonzalo, la Boda de la Alegría

A ver cómo empiezo a contaros su historia, cómo empiezo a hablaros de ella. Después de años dedicada a mis Novias tengo una parte de mi corazón amueblado con mimados cajones, pequeños compartimentos en los que atesoro los recuerdos y los momentos de cada una de esas mujeres. Todas ellas increíbles, todas únicas. Pero hay ocasiones en la vida en las que trabajo y cariño se unen, se diluyen juntos para no separarse más, a pesar del tiempo y la distancia. Porque mientras veo las fotografías de Ascen, mi estómago encoje, quiero abrazarla otra vez. Mi memoria regresa alegre y feliz a todos nuestros momentos juntas, que fueron muchos, teniendo en cuenta que ella, mi niña hermosa, vive lejos de mí. Pero, como decía, la distancia no es un problema cuando quieres estar. Aprendimos a confiar la una en la otra, ella más en mí, al fin y al cabo, se jugaba mucho, era su gran día.

Toda novia se juega mucho. No se trata de un día más, es El Día, probablemente, más especial de su vida. Esa Boda, esa en la que unen su corazón y su destino al de esa otra persona. Esa Boda y no otra, y solo hay una así, no importa cuando ni cómo. Y el cuerpo lo sabe, los nervios lo saben. Es Él, es Ella, es el momento.

Por eso me dejo la piel, y por eso me como nervios propios y ajenos. Cuando tuve entre mis manos la espectacular corona de Ascen lo tuve clarísimo, le esbocé la trenza de trenzas que al momento vino a mi mente para ella, consciente de que no me entendía muy bien, pero, como os contaba, confiaba en mí. Porque con una corona así de potente el peinado tiene que ser igual de intenso o pasaría desapercibido, además ella, mi niña, no merecía menos.

Su maquillaje estaba claro, su piel me diría cómo, y funcionó. Las emociones pudieron abrirse paso sobre su rostro sin dejar más marca que las hermosas huellas de un corazón dichoso. Más que un vestido, un guante de brillantes delicados y capas de ilusiones que se deslizaron escaleras abajo con ganas de demostrar alegría largo tiempo contenida. Girasoles y sonrisas brotaban por las esquinas.

No hacía falta más. El Novio esperaba, las ganas esperaban. Yo había terminado mi trabajo. Permanecí contemplándola unos momentos más, mientras salía por la puerta, mientras salía a su encuentro…

Te espero. Aunque llegues tarde, aunque llegue tarde, porque la vida tiene sus tiempos, te espero. Porque los pasos hasta aquí ya cuentan como vida vivida, y hemos vivido mucha. Juntos. Tú y yo. Creo que, en realidad, siempre hemos sido tú y yo, solo que no lo sabíamos. A veces el destino es como un niño juguetón que monta los rompecabezas según se le antoja. Hay que esperar el momento en el que la pieza exacta ocupa su lugar. Su lugar, el tuyo y el mío. Nuestro lugar en este universo que, ahora que lo pienso, se me queda pequeño. Y se me encoje el tiempo. Si, siempre hemos sido tú y yo, ahora que lo pienso.

Tú. Este universo se me queda pequeño. Cuan grande es mi fortuna al saber que yo si puedo verte. Puedo ver tu ser completo, puedo ver tu grandeza, que es más grande porque te sientes humilde. Puedo verla y admirar cada rincón por ti habitado. Mientras ese mundo gira ignorante ante tanta belleza. Y estás aquí, a mi lado. Me has elegido a mí. Nunca he conseguido entenderlo, pero acepto el milagro sin hacer preguntas. A estas alturas, he comprendido que la mejor forma de dar las gracias es rendirse, en el mejor de los sentidos, rendirse, entregarse, dejarse llevar. Y yo hace rato ya que me he rendido a ti, simple y deliciosamente, te pertenezco.

Desconozco el futuro y apenas me importa. Acumularemos caricias, juntaremos risas, pegaremos nuestros miedos para que juntos entren antes en calor, soplaremos fuerte si el viento arrecia, para asustarlo, para que los malos presagios escapen por la ventana. Seremos fuertes, seremos. Cada día un poco más, un poco mejor. Eso te prometo, mi gran amor, cada día un poco mejor, seré mejor para ti y por ti. Porque no puedo torcerme aunque quiera, no acompañado por tu alma buena, por tu mirada serena, por tus ganas de luchar, de vivir, de caminar.

Sigue a mi lado. De la mano. En la distancia si te hace falta. Pero a mi lado. Digamos que sí, bajito, despacio, sintiendo, pensando, con el alma, callados. Digamos que sí, que yo quiero quedarme contigo, que tú quieres estar a mi lado. Digamos que sí, que la vida será corta e inmensa, que será difícil y plena, pero, sobre todo que, a tu lado, esa vida habrá merecido la pena. Digamos que sí, esa vida juntos, nos espera.”

Eva Villamar – Maquilladora que escribe

 

Ella. mi Ascen es, sencillamente, maravillosa. Es una mujer generosa, sencilla, dulce y extremadamente cariñosa, emocional y sensible. Si, desde ya te digo, hermosa mía, que te llevaré en mi corazón para siempre, que me faltarán las palabras para agradecerte tantos momentos, tanto cariño, incluso cuando eras tú la que lo pasabas regular (tú y yo entendemos), te molestabas en saber de mí, te preocupabas por mí. Eres amor, sin más, y amor mereces, a raudales, ahora y para siempre (deseando verte!).

Cuidamos de ellos:

 

Eva Villamar

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