La Boda de María en un bosque gallego…
“En mitad del bosque descubrió su mirada, transparente y cálida. Una de esas miradas que no cuesta mantener, porque lejos de incomodar, calientan el alma. Desde una esquina, contemplaba como cobrara forma su cabello, con ese color que siempre le recordaba el mar, el mar y el sol. Si, eso era, ella era como una tarde de verano. Con el dulce olor a vida impregnando su piel. Y quedarse a su lado, resultaba lo más natural del mundo.
Y ella sonreía, simplemente porque se sentía feliz. Hacía tiempo que había descubierto que la felicidad es en realidad una decisión, porque un día puede ser nublado y gozoso al mismo tiempo, si decides que así sea. Y nada será capaz de empañar la sonrisa con la que ese cielo es contemplado.
Él pensada en sujetarla de la mano, en sostener sus nervios a su cintura, en no soltarla nunca. Pensaba en los ratos que tenía dibujados en su mente, un pequeño universo para los dos. Un refugio. Porque el buen amor hay que conservarlo. No vasta con sentirlo, es fugaz, es volátil, como frágil éter entre los dedos. Necesita un hogar. Vigilancia, cariño, respeto.
“Ya sabes que te quiero” – “Si, pero recuérdamelo”. Porque la memoria es traicionera, es amiga de la costumbre y las mariposas que aleteaban juguetonas se escapan al vuelo. Si, el buen amor merece respeto. Escuchar y ser escuchado, mirar y ser mirado, y esperar. Esperar la sorpresa de un beso robado, de un guiño a escondidas, de una caricia furtiva, de una palabra susurrada. Esperar un abrazo, robándole a la vida el transcurrir de las horas, frenando en seco el tiempo. El poder de un abrazo es interminable y es inmenso.
Y ella se vestía de blanco con el campo a sus pies. Él abotonaba la camisa y el ansia. Es lo que tienen las buenas esperas, que merecen la pena. Habían encontrado un hueco, un lugar, un momento. Las risas vestidas de gala llegaban temprano y teñían el bosque de alegrías. Se acercaba el momento de verse, de encontrarse de nuevo o, tal vez, de encontrarse por fin. Porque esta vez, ambos sabían sus palabras, conocían el final que era en realidad el principio. Ambos dirían sí.”
Eva Villamar – Maquilladora que escribe
María, a ver cómo te doy las gracias sin quedarme corta. Trabajar contigo resultó sencillo, acogedor y, sencillamente, maravilloso. Y tu maravillosa madre, imposible no adorarla. En realidad, todo ese día fue especial, y así lo conservo en mi recuerdo. Cuidar de tus hermosos rizos, de su verde mirada y, sobre todo, verte feliz. Una suerte de privilegios por los que dar las gracias, a ti, a vosotras, siempre.
Cuidamos de ella:
- Maquillaje y peinado míos: Eva Villamar
- Fotografía: A Fiestra
- Vídeo: Vencefilms
- Vestido: Su fabulosa amiga Laura
- Ramo: Alba Floristería
- Música: Dj Dani
- En Pazo de Sergude