“El aire es fresco, la bruma de la mañana parece haber tejido un manto suave sobre la hierba, como si quisiera protegerla, preservar su belleza, sabedora de que ese día, tus pies caminarían descalzos y juguetones sobre ella. Esa hierba sería nuestro suelo y el cielo el techo majestuoso testigo de la más hermosa de tus sonrisas.
Las horas pasaban caprichosas, escurriéndose entre mis nerviosos dedos, manos las mías, ansiosas, a la espera de la calma de tu tacto. Voces a mi alrededor, pronunciando palabras que se perdían en mi mente, en un vago intento por distraerme, pero yo solo podía hacer una cosa, pensar en ti.
Escrutaba las nubes con la concentración de un niño, que todavía se siente capaz de mover el mundo con la mirada. Y, por un instante, sentí el poder de ahuyentar la lluvia, de calmar el viento, de amainar tormentas y tempestades. Es lo que me pasa desde aquel primer instante en el que tu mirada se cruzó para siempre en mi camino, me siento como ese niño, capaz de mover el mundo.
Y dibujarlo a tu antojo, para que habites en él, sin otra preocupación que el deleite. Amar es algo así como dibujar castillos en el aire y vivir juntos en ellos, con la fe de que es ahí dónde está el verdadero hogar. En el camino de la vida, entre piedras y socavones, grietas y pendientes, esos castillos de aire son, en realidad, indestructibles. Ese hogar, el que nace de ti y de mí nos pertenece y está en todas partes.
He mirado el reloj y he comprendido que estoy a punto de verte, de verte otra vez, de verte de nuevo. Porque mirarte cada día es descubrirte por primera vez. Una mueca, un gesto, un matiz en tu sonrisa, un silencio sin motivo, la luz de tu presencia. Te descubro y me sorprendo, mientras me rindo ante el milagro de habernos encontrado. Si, hoy te veré de nuevo para tomar tu mano y sellar lo que ya sabemos. Lo he sabido siempre. Eras tú. Te esperaría una vida para pasar a tu lado una eternidad. Si, amor mío, si quiero.”
Eva Villamar – Maquilladora que escribe
Andrea se casó una mañana de septiembre en el gallego Pazo de Sergude, entre flores y bosque, risas y mucha ilusión. Antes, en Casa do Caseiro, su infinita melena tomaba forma entre mis manos. Me había pedido una coleta con ondas abiertas, y así fue, una coleta con “algo más”. Para su rostro, un maquillaje de fondo natural, y ojos discretamente destacados, su sincera sonrisa haría el resto. Un maravilloso vestido de Sara Lage esperaba impaciente, una verdadera obra de arte. Mientras, Graciela Vilagudín y su cámara tomaban nota de todo sin interferir en nada. Y el resultado de esa manera de hacer lo veis aquí, fotografías llenas de delicadeza, sensibilidad y vida, fruto del momento. En realidad, toda su Boda fue así, es lo que pasa cuando unos Novios deciden casarse a su manera, que todo sale, sencillamente, perfecto.
Qué puedo contaros de mi Novia Andrea, es como la veis. Es amable, cercana, sensible, y su sonrisa jamás abandona su rostro. Querida Andrea, gracias infinitas por tu confianza en mi trabajo y por tu manera de ser tan especial. Te deseo la mayor de las felicidades.
Cuidamos de ella:
- Maquillaje y peinado míos: Eva Villamar
- Fotografía: Graciela Vilagudín
- Vestido: Sara Lage
- Pendientes: Noelia Peña Atelier
- Lugar: Pazo de Sergude