Día Internacional de la Mujer Trabajadora… para mi Abuela

Esta mujer se llama Jesusa Chamorro y es mi abuela (materna). Nunca encuentro palabras para hablar de ella, ni tan siquiera en mi mente. Puede que sea porque, a pesar de los años que ya han pasado desde su partida, todavía se me quiebra la voz; quizás sea porque la memoria es una compañera que va por libre y amolda los recuerdos a los sentimientos conservados; o puede que, simplemente, no existan palabras capaces de contar una vida.

Y no voy a contaros la suya, pero si el motivo de estas letras. Son tiempos duros, eso es más que evidente. Falta trabajo, sobran piedras en el camino y nos tiembla la fe.

Hablando de fe, recuerdo el Rosario que mi abuela tenía en su mesilla de noche, cada noche rezaba, a su manera. Supongo que recordaba sus particulares tiempos duros, esos en los que para sacar unas perras había que recurrir al estraperlo, en la estación, escapando de la autoridad. Y cómo esas convictas patatas tenían que convertirse, como el milagro del pan y los peces, en alimento para muchas jornadas. Todavía conservo en mi memoria y en mi cocina, recetas capaces de alimentar a mil bocas con apenas unos reales. Recetas nacidas de la necesidad y del ingenio de mujeres como mi abuela y tantas otras, apretadas por la escasez. Quién les iba a decir que muchas de esas recetas cocerían a fuego lento la base de nuestra gastronomía más tradicional y más querida.

Reconvertir un abrigo viejo en uno nuevo, dándole la vuelta al cuello y a los puños. La alegría de estrenar un vestido para el baile, eso sí, con la faja bien apretada para sujetar la barriga madura y las infecciones de riñón. El sabor de la achicoria. Las sábanas más blancas y más tiesas del mundo, después de ser restregadas contra el pilón y dejadas a clareo, bajo el sol gobernado por la mismísima Torre de Hércules. Su cicatriz en el brazo, larga, de cargar cajas de pescado. Su mal carácter, de pelear contra la vida. Su energía, inagotable. Su fortaleza, inquebrantable.

La recuerdo presumida y coqueta. Yo le cortaba el pelo cano, ella se encargaba de teñirse de rojo los labios, siempre. Y de empolvarse la cara. Y con la combinación bajo una falda que nunca subió ni bajó de la altura de las rodillas, salía cada día a enfrentarse a un mundo cambiante a sus ojos. Porque Felipe González era «muy guapo» y le había «dado la pensión», pero también decía que «antes estas cosas no pasaban» cuando alguna desgracia era anunciada en el «parte». Porque lo importante era salir adelante, que a los que mandaban poco o nada les importaba la gente corriente.

Y, hoy me pregunto, ¿qué diría mi Abuela Jesusa si nos viera hoy? No estoy segura de sus palabras, pero si lo estoy de sus actos. Se que se levantaría, firme, que no habría lugar para las lágrimas. Lo se porque lo vi, porque la vi hacerlo hasta el último día. Y por eso, hoy, este día quiero que sea suyo, para su recuerdo, el que me dejó, su gran legado: pase lo que pase, hay que seguir luchando.

 

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Eva Villamar

8 comentarios en “Día Internacional de la Mujer Trabajadora… para mi Abuela”

  1. NO había terminado. Esas cualidades tuyas creo q en parte se las debes a ella, a la q seguramente te pareces más de lo q crees. Un abrazo grande.

    1. Muchas gracias María. Decirme que me parezco el algo a mi abuela, por poco que sea, es una halago inmenso para mí.
      Recibe un cálido abrazo.

  2. Hola Eva, tuve la fortuna d conocer a tu abuela y siempreme enamoro su fuerza, su coquetería, su impresionante inteligencia, si Jesusa hubiera nacido en otro lugar, en otro tiempo tal habría sorprendido al mundo con alguna d sus grandes capacidades. El retrato q haces d ella es emocionante, muy bueno. Con pluma hábil y energica, con precisión, con las palabras justas

  3. Thank you Eva for reminding me what I whant to be like. To look forward with optimism even in times like these, with glamour and elegance and at the same time, strengh and ditermination, just like her, never forgetting my sex, that I am a woman and proud.

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