La delicadeza, Marianna

La delicadeza, Marianna

La gallega ciudad de Santiago de Compostela la estaba esperando, a ella. Con su saber estar milenario y su acogedor carácter, esperaba a Marianna. A ella y su delicada impostura, el brillo de sus ojos, la templanza de su voz, la finura de una piel que de tan blanca parecía querer volverse transparente. Marianna llegaba desde una tierra, Polonia, madre de profundas miradas azules, como la suya, como la de su madre, que han ido guardando en su retina su propia memoria, su propia historia, a través de los años y la vida.

Una Boda iba a ser celebrada, entre jaleos y sedas. El lugar elegido, el Palacio del Carmen. Ella, serena, se dejaba mimar sin descuidar a los suyos, mientras cambiaba de lenguas como de respiración. Para su cabello, una trenza, tejida por capas, coronada por un delicado tocado de porcelana. Su piel, pedía delicadeza en cada pincelada, mesura en los colores y en las luces. Sus ojos querían hablar sin estridencias. El resultado final, tenía que ser un fiel reflejo de su personalidad. Y ese, era mi trabajo, Ella.

Mientras, su vestido coqueteaba con la cámara de Gimena Berenguer, de la mano de sus zapatos, viendo de lejos un exquisito ramo que rozaría la tela por momentos. Todo ello bajo los atentos y expertos ojos de una madre sencillamente fascinante. Porque más allá de un vestido, un peinado o un tocado de fiesta, la presencia de esta mujer resultaba completa en sí misma. Sin la menor duda, Marianna era hija suya.

Y el tiempo transcurría más deprisa de lo normal, como siempre sucede cuando al final del camino espera la emoción más hermosa de todas, que de tan hermosa se convierte en sentimiento. El amor. La gran razón, el sentido más completo, la verdad más absoluta, la respuesta.

Ese amor iba a ser celebrado y los nervios, que parecían ausentes, comenzaban a reclamar su lugar en la boca del estómago. Es su trabajo, recordarle al cuerpo que está vivo, recordarle al corazón su razón de ser. Querer y ser querido. El milagro de encontrar un alma gemela. Si, un alma que mira y se deja mirar, sin disfraces, sin temor, con la entrega que da la confianza de saberse a salvo. El alma entiende y se deja llevar, se deja mecer por el milagro de haber descubierto a su igual, en su diferencia.

Resulta imposible dejar de sonreír, porque la dicha es la que ahora recorre las venas y los días, y ha llegado para quedarse. Y cuando eso sucede, solo puede pasar una cosa, solo puede escucharse una palabra somo sello de un pacto sagrado: Si. Si al momento, al pasado que se cierra y al futuro que asoma. Si al silencio compartido, a la mirada comprendida, a la complicidad. Si al amigo, al amante, al eterno compañero. Lo dice la voz, lo gritan las entrañas, lo sabe el corazón.

Eva Villamar – Maquilladora que escribe

… Gracias Marianna, por dejarme hacer, por confiar en mi trabajo y, sobre todo, por tu enriquecedora compañía. Conocerte a ti, a tu madre, ha sido uno de los hermosos regalos que me llevo este año 2023, y guardaré para siempre en mi memoria. Te deseo toda la felicidad posible de imaginar.

Cuidamos de ella:

Eva Villamar

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